Como un poeta pagano...

jueves, 15 de febrero de 2007

2 Inviernos...

El día comenzó aquí en Concepción un tanto distinto. Las calles se veían envueltas en un mar de gotas que caían lentamente sobre su asfalto y sobre el verano como haciendole burlas porque se estaba adelantando diciendo que queda muy poco para que empiece el invierno y aparezcan nuevamente algunos personajes nativos de esa temporada.
Marzo se acerca y consigo trae el colegio, las pruebas, certamenes y cosas por el estilo. Ropa más abrigada, bufandas coloridas, zapatos gruesos, sopaipillas recien fritas, mucho café y mas cigarrillos de lo normal.
Recuerdo algunos de los inviernos pasados, esos donde saliamos de clases a las 6 de la tarde cuando estaba en 2º básico y a esa hora estaba semi oscuro. La sala ya estaba iluminada y mis compañeros preparandose con sus casacas escolares y esos típicos gorros azul marino que no desentonaban con tu uniforme. Mi mamá, afuera del colegio esperandome con un abrigo negro que le llegaba a los talones y unas botas negras de taco alto. Sabía que algo grande me esperaba en la casa y lo sabía porque su ropa holía a dulce preparados por ella y por mi abuela. Por lo demás cuando me ponía los guantes, sentía sus manos ásperas y ella nunca ha tenido sus manos ásperas. Caminabamos juntos por las calles y todas las chimeneas humeaban sin descanso dando a entender que sus cuartos estaban absolutamente protegidos contra el frío. Entre el aroma a tierra mojada, madera quemada y ese olor típico de invierno llegabamos a casa donde la luz del living estaba encendida y el televisor también. Una salamandra de fierro calentaba mi casa y unas rodajas de manzana y limón la aromatizaban sin evitar que el olor de los empolvados y alfajores que habían hecho durante la tarde se mimetizaran. Los brazos de mi abuela eran eternos y no dejaban de apretarme contra su suculenta anatomía. Sus manos tocaban mi rostro y mis manos y las fregaba con las suyas para que dejaran ese rojo en la piel. Una leche caliente, dulces maravillosos, la teleserie del momento, una ducha tibia, el estelar del día y mientras lo veía un sueño profundo hasta el otro día donde me levantaba viendo el matinal y desayunando con mi abuela mientras el olor del almuerzo perfumaba mi ropa.
Pero no todos los inviernos son así. Cuando más grande entré a la universidad y los inviernos cambiaron por completo. Después de todo un día de clases, mis manos no podian dejar ese olor a cigarros que manchaba mis dedos, mi ropa mojada hasta el final, mis pies congelados y mis zapatillas de lona y punta blanca mojadas hasta las costuras. Mi bolso pesaba increíblemente, un hambre voraz en mi estómago y sólo 5 cigarrillos en mi cajetilla. Había que estudiar para el certamen del día siguiente y la Sole proponía su casa. Tomabamos la micro y los cuatro caminabamos. Llegando a esa casa congelada, que tenía la misma salamandra que había en mi casa, preparabamos la once. Pan tostado, té hirviendo, palta, huevos y el mejor queso del mundo en la mesa. Todo envuelto en un frío permanente que no nos dejaba en ningún momento. En la tele, la teleserie del momento, y nosotros fumando como condenados. En la pieza, usabamos pijamas, nos secabamos el pelo y nos leiamos la materia. Seguíamos fumando con las mismas ganas. Risas continuas. La tetera en el piso y seguíamos estudiando... Dormir y muy pronto levantarse para dar ese maldito certamen que nos dejaba dormir hasta más tarde. Era 1º año y aún no nos acostumbrabamos... Gran invierno... Aunque hay varios más...

4 comentarios:

Blogger ro martínez ha dicho...

Creo que realmente, los inviernos tienden a marcarnos profundamente. Quizá porque en esa época del año, uno está más encerrado y te obligas a compartir, a abrigarte. Se generan lazos que luego no olvidas... Y es verdad, cuando era pequeño, mis inviernos eran calentitos, en la cama comiendo sopaipillas, viendo monitos, haciendo las tareas con una mesita que mi mamá me compró. Y ahora, sólo estudio, me mojo desde la u a la casa y me vuelvo a mojar al salir al trabajo y devolverme.
Es la ruta de crecer, y esperar que otra vez, podamos tener inviernos con la salamandra como centro de atención
Saludos nene.
http://www.fotolog.com/newenco

18 de febrero de 2007, 19:23:00 GMT-8  
Blogger pi. ha dicho...

Odio este clima... y odio tener que volver al trabajo... nos vemos!

hace días que no se nada de voh!


saludos


pi.

19 de febrero de 2007, 20:14:00 GMT-8  
Blogger pi. ha dicho...

PS: Dame esos 4


bye


pi.

19 de febrero de 2007, 20:15:00 GMT-8  
Blogger Big Apple's Man ha dicho...

ke linda la historia, muy de pilicula... pero como buen nortino odio la lluvia :-(
cuando chico nunca me cague de frio como ahora :S y aki no tengo mama que me reciba en casita como uds. cdo era unos wachoncitos, asi ke si no es MUY importante con lluevia no saldo :P
Cdo vivia en el norte,la vida era mas entrete sin tanto frio, pero no voy a negar ke no hay nada mejor que estar con tu media naranja, pasando el invierno xD

y VIVAN los CHUMBEQUES!!! :P

que ti bien, chau.

20 de febrero de 2007, 16:06:00 GMT-8  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio